Según venimos observando, hemos de llegar a convenir en que, al paso que llevan, hasta por pisar suave y cuidadosamente sobre las piedrecitas de nuestra Alameda, blandamente, para no hacernos daño a los pies, habremos de tener que escrutar el bolsillo y dejar salir de él, si se lleva, el preciado y costoso disco de plata, o niquel, o cobre, producto de nuestro trabajo abrumado, aunque para ello tengamos necesidad de bostezar al paso por delante de los escaparates de comercios y dulcerias, y seca la garganta por el calor de la próxima estación, dejar irse los ojos tras los refulgentes depósitos de mantecado de los heladeros que a vivo grito recorren día y noche las calles de la villa.
LA COMARCA 1933