Lunes, 24 de mayo de 2010

Tras la crisis el gobierno de Zapatero se encontró con la obligación de incrementar el gasto público. La crisis financiera internacional hizo estallar definitivamente la burbuja inmobiliaria y, además, provocó un bloqueo de la financiación hacia las empresas y hogares, llevando por ambas vías al país a la recesión. Derrumbado el modelo de crecimiento español y con el desempleo incrementándose a gran velocidad, el gobierno tuvo que echar mano del gasto público para evitar un mal mayor. Un gasto público que fundamentalmente tenía dos objetivos: apoyar a la banca privada española en un intento de salvarla de la hoguera internacional que las finanzas internacionales habían creado, y proteger a la economía de una mayor recesión a través del empleo público y de las inversiones públicas en general. El resultado de todo ello: un deterioro importante de las finanzas públicas.

Y ahora, precisamente debido a ese deterioro de las finanzas públicas (que obligó a un mayor endeudamiento) los inversores financieros han presionado al gobierno para “ajustar” la economía española en la dirección que ellos pretenden. Y, por eso, tras Grecia ha venido España: un país débil que tiene que ceder ante el chantaje de los inversores financieros y las instituciones financieras internacionales. El objetivo no es otro que reducir el déficit y la carga de la deuda pública, evitando de paso nuevos procesos especulativos contra esta última.

No obstante, Zapatero tenía otras muchas formas de sanear las cuentas públicas. Podría haber incrementado los ingresos a través del aumento de la imposición fiscal a las rentas altas, la persecución del fraude fiscal y de los paraísos fiscales, utilizando las cajas de ahorro o el ICO para hacer fluir el crédito hacia la economía y así reiniciar la actividad, y, en un sentido más general, estimulando de forma eficaz la economía para recuperar la recaudación. Pero también podría haber reducido el gasto por otras vías, aumentando la eficiencia mediante la reducción de cargos de confianza en ayuntamientos, reduciendo la burocratización de los organismos públicos, acabando con las subvenciones a la Iglesia y otras organizaciones religiosas, reduciendo los pagos en especie a los funcionarios de mayor nivel (dietas y demás parafernalia) e incluso reduciendo la presencia de tropas extranjeras en el exterior y el presupuesto de la casa Real. Qué decir tiene que cualquier combinación de todas estas medidas era plenamente factible.

Sin embargo, Zapatero ha preferido seguir la vieja doctrina neoliberal. Está en su derecho, por supuesto, pero no puede definitivamente seguir blandiendo la espada de la lucha contra la derecha cuando él, y no la supuesta derecha, está siendo el azote de los trabajadores en una crisis que éstos no han hecho sino padecer desde el principio. Las palabras de Zapatero son bastante claras a este respecto:

No es fácil, para un Gobierno, para cualquier Gobierno, dirigirse en estos términos a sus conciudadanos. (&hellipGui?o Son los mismos que nada han tenido que ver con el origen, el desarrollo y las fases de la crisis. Son, por el contrario, los que han sufrido sus consecuencias. Y son, ahora, los que mayoritariamente deben contribuir a los esfuerzos necesarios para corregir los efectos de la crisis.

Nos encontramos entonces ante una particular paradoja que debería sonrojar a más de uno: la crisis del capital (responsabilidad de los bancos, de las empresas que especularon con activos financieros, de las empresas inmobiliarias y de los gobernantes neoliberales que todo ello permitieron) será pagada, en última instancia, por aquellos que durante los años de bonanza -para algunos- no hicieron sino ver empeorar sus condiciones (los jóvenes y su falta de acceso a la vivienda, los funcionarios y su pérdida de nivel adquisitivo, los precarios y sus sueldos basura, etc.). Y en el proceso asistimos también a la regeneración de los culpables de la crisis, a través de dinero público, para que puedan continuar con sus perniciosas actividades que a esto nos han conducido.

Y no será todo, en absoluto. El propio Zapatero lo ha reconocido en su discurso: ahora viene la reforma laboral (con una pérdida de derechos para los trabajadores y que será ineficaz si no se resuelve antes los problemas de demanda y se establece una configuración estratégica del futuro modelo productivo), la reforma del sistema de pensiones (con un nuevo descenso del salario a través de las cotizaciones sociales y con una nueva victoria de la banca respecto a los planes de pensiones privados) y la reforma del sistema financiero (con la previsible privatización parcial de las cajas y otro nuevo triunfo para la banca).

Nada de todo eso cambia los fundamentos económicos que han causado esta crisis, sino que además los refuerza. Un país sin un modelo de crecimiento razonable, con un mercado laboral ideal para tratar a los trabajadores como mera basura, con los cimientos del Estado del Bienestar dañados gravemente y con un sistema financiero especulador y disfuncional, lo único que tenemos es una estupenda receta para otra nueva crisis de mayor envergadura.

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Publicado por a333 @ 7:00  | documentos asociacion
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