PERSONAS QUE VIVIERON EN RIBADEO con alguna característica personal. Años 1950
X Antonio Pertejo
Empiezo por Angel Bláquez, conocido por todos como Angelillo. Cartero de Ribadeo, casado y
con cuatro hijos lo que le obligaba a realizar algún trabajo extra para arrimar a su sueldo.
Su trabajo extra era la venta personal de objetos como relojes, bolígrafos, mecheros y
preservativos, este último artículo yo creo que era el más solicitado pues ¿quién se atrevía en
aquellas fechas a comprar en una farmacia un preservativo? Nadie, incluso pienso que hasta ni
hombres casados.
Por otro lado Angelillo tenía una gracia especial, un carácter muy alegre así que estaba
siempre contento y risueño.
Anécdotas: El bar Casa Enrique estaba arreglando el tejado y había una roldana para subir las
losas y otros materiales. Estando nuestra pandilla como de costumbre tomando los chatos
oímos llegar la moto de Angelillo, una Guzzi. Aparca y entra a tomar su vasito. Nosotros nos
vamos y al salir se nos ocurre atar la moto a la roldana y colgarla lo más alto posible. Nos
fuimos rápidamente al Bar Asturias desde donde veíamos perfectamente lo que ocurriría. Sale
Angelillo y no ve la moto. Empieza entonces a buscarla por todos los portales y con los brazos
en jarras mirando por toda la calle hasta que una persona le dice que mire arriba. Ve la moto y
baja moviendo la cabeza. Automaticamente aparece en el bar Asturias y mirando para
nosotros empieza a reírse y sólo dice: A ver el que este de ronda que me pague un vaso y unas
aceitunas. Comento lo de las aceitunas porque nunca vi a persona que le gustasen tanto y
comerlas de dos en dos y echando los huesos por cada lado de la boca.
Angelillo sabía que yo tenía novia en Burela y me pidió si un día podía ir conmigo para vender
algo a lo que no tuve inconveniente pues era muy buena persona. Un jueves nos fuimos los
dos en mi Vespa y lo deje en un bar acordando vernos sobe las diez de la noche. Llegada la
hora fui al bar del encuentro y le pregunté al dueño si había llegado la persona que había
dejado, me preguntó ¿quién su padre?, le aclaré rápidamente que no era mi padre sino un
amigo. Cuando llegó Angelillo lo puse pingando y lo único que hacía era reírse. Por tanto en la
siguiente visita que hice a Burela, tuve que ir por todos los bares que conocía aclarando que el
del otro día no era mi padre.
En otra ocasión me pidió que lo llevase un sábado, día de mercado, a Vegadeo y sin problemas
salimos por la mañana y ya en Vegadeo nos citamos a las catorce horas en el Bar Asturias (en
aquella época centro para comerciar de toda clase de mercancías : Madera, ganado, terrenos,
inmuebles y en mi caso temas de gestoría y consignataria incluso y es que incluso abogados
daban en ese bar consultas). Sali con un cliente para cogerle cierta documentación que traía
en su coche y de vuelta me encuentro con dos policías de tráfico que conocía ya que por cierto
tiempo tuve una Academia para Conductores y esos polis antes de hacer su examen para
Guardia Civiles obtuvieron el carnet a través de mi academia, así que les invité a un vino y en
ese momento aparece Angelillo; Al despedirme de ellos les di un porta carnets de plástico que
tenía de propaganda y cual es nuestra sorpresa que Angelillo saca dos condones y les da uno a
cada guardia, diciendo “cada uno con su propaganda”. Nos quedamos patitiesos.
Contaré la última y para mi la mejor, con la idea de cambiar de personaje para el próximo
escrito. En el año 1955, en el mes de agosto, estaba en pleno auge la plaza de toros que se hizo
en donde hoy está la guardería. Se celebraba una becerrada y había varias cuadrillas, de Navia,
de Castropol, de Vegadeo y de Ribadeo. Un día esplendido, la plaza a rebosar y empieza la
faena. Unas cuadrillas mejor que otras todas por su puesto con revolcones y he aquí que
aparece inesperadamente Angelillo en el ruedo y con un capote empieza la faena y en un
embiste tiene la mala suerte de que la vaquilla le engancha el cinto del pantalón y se lo rompe,
automáticamente pantalones al suelo y queda en calzoncillos. Imaginaros el aplauso y las
carcajadas pero el problema sigue porque el trataba de subirse los pantalones pero la vaquilla
seguía embistiéndole y el pobre no sabía que hacer, si atender al capote o a los pantalones y
así estuvimos unos cinco minutos hasta que salieron en su ayuda algunos de las cuadrillas para
que pudiese salir del ruedo con los pantalones cogidos con las manos.
Terminada la becerrada como es lógico Angelillo fue el campeón de la faena y esa anécdota la
comentamos durante varios días y sobre todo cuando él aparecía por la calle o bares y era algo
que admitía sin enfadarse y riéndo.