Viernes, 11 de marzo de 2016



PERSONAS QUE VIVIERON EN RIBADEO con alguna característica personal. Años 1950

X Antonio Pertejo



Empiezo por Angel Bláquez, conocido por todos como Angelillo. Cartero de Ribadeo, casado y

con cuatro hijos lo que le obligaba a realizar algún trabajo extra para arrimar a su sueldo.

Su trabajo extra era la venta personal de objetos como relojes, bolígrafos, mecheros y

preservativos, este último artículo yo creo que era el más solicitado pues ¿quién se atrevía en

aquellas fechas a comprar en una farmacia un preservativo? Nadie, incluso pienso que hasta ni

hombres casados.



Por otro lado Angelillo tenía una gracia especial, un carácter muy alegre así que estaba

siempre contento y risueño.



Anécdotas: El bar Casa Enrique estaba arreglando el tejado y había una roldana para subir las

losas y otros materiales. Estando nuestra pandilla como de costumbre tomando los chatos

oímos llegar la moto de Angelillo, una Guzzi. Aparca y entra a tomar su vasito. Nosotros nos

vamos y al salir se nos ocurre atar la moto a la roldana y colgarla lo más alto posible. Nos

fuimos rápidamente al Bar Asturias desde donde veíamos perfectamente lo que ocurriría. Sale

Angelillo y no ve la moto. Empieza entonces a buscarla por todos los portales y con los brazos

en jarras mirando por toda la calle hasta que una persona le dice que mire arriba. Ve la moto y

baja moviendo la cabeza. Automaticamente aparece en el bar Asturias y mirando para

nosotros empieza a reírse y sólo dice: A ver el que este de ronda que me pague un vaso y unas

aceitunas. Comento lo de las aceitunas porque nunca vi a persona que le gustasen tanto y

comerlas de dos en dos y echando los huesos por cada lado de la boca.



Angelillo sabía que yo tenía novia en Burela y me pidió si un día podía ir conmigo para vender

algo a lo que no tuve inconveniente pues era muy buena persona. Un jueves nos fuimos los

dos en mi Vespa y lo deje en un bar acordando vernos sobe las diez de la noche. Llegada la

hora fui al bar del encuentro y le pregunté al dueño si había llegado la persona que había

dejado, me preguntó ¿quién su padre?, le aclaré rápidamente que no era mi padre sino un

amigo. Cuando llegó Angelillo lo puse pingando y lo único que hacía era reírse. Por tanto en la

siguiente visita que hice a Burela, tuve que ir por todos los bares que conocía aclarando que el

del otro día no era mi padre.



En otra ocasión me pidió que lo llevase un sábado, día de mercado, a Vegadeo y sin problemas

salimos por la mañana y ya en Vegadeo nos citamos a las catorce horas en el Bar Asturias (en

aquella época centro para comerciar de toda clase de mercancías : Madera, ganado, terrenos,

inmuebles y en mi caso temas de gestoría y consignataria incluso y es que incluso abogados

daban en ese bar consultas). Sali con un cliente para cogerle cierta documentación que traía

en su coche y de vuelta me encuentro con dos policías de tráfico que conocía ya que por cierto

tiempo tuve una Academia para Conductores y esos polis antes de hacer su examen para

Guardia Civiles obtuvieron el carnet a través de mi academia, así que les invité a un vino y en

ese momento aparece Angelillo; Al despedirme de ellos les di un porta carnets de plástico que

tenía de propaganda y cual es nuestra sorpresa que Angelillo saca dos condones y les da uno a

cada guardia, diciendo “cada uno con su propaganda”. Nos quedamos patitiesos.



Contaré la última y para mi la mejor, con la idea de cambiar de personaje para el próximo

escrito. En el año 1955, en el mes de agosto, estaba en pleno auge la plaza de toros que se hizo

en donde hoy está la guardería. Se celebraba una becerrada y había varias cuadrillas, de Navia,

de Castropol, de Vegadeo y de Ribadeo. Un día esplendido, la plaza a rebosar y empieza la

faena. Unas cuadrillas mejor que otras todas por su puesto con revolcones y he aquí que

aparece inesperadamente Angelillo en el ruedo y con un capote empieza la faena y en un

embiste tiene la mala suerte de que la vaquilla le engancha el cinto del pantalón y se lo rompe,

automáticamente pantalones al suelo y queda en calzoncillos. Imaginaros el aplauso y las

carcajadas pero el problema sigue porque el trataba de subirse los pantalones pero la vaquilla

seguía embistiéndole y el pobre no sabía que hacer, si atender al capote o a los pantalones y

así estuvimos unos cinco minutos hasta que salieron en su ayuda algunos de las cuadrillas para

que pudiese salir del ruedo con los pantalones cogidos con las manos.



Terminada la becerrada como es lógico Angelillo fue el campeón de la faena y esa anécdota la

comentamos durante varios días y sobre todo cuando él aparecía por la calle o bares y era algo

que admitía sin enfadarse y riéndo.


Publicado por a333 @ 7:03  | antonio pertejo
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